Estrés bueno o malo

El estrés es una respuesta natural del cuerpo a situaciones desafiantes, que no suponen un reto o esfuerzo. Normalmente lo asociamos a algo negativo, pero lo cierto es que un cierto grado de estrés es necesario para nuestra supervivencia. Ante una situación demandante (por ejemplo, un examen), o algo que requiere una respuesta rápida (como sería correr para atrapar el autobús), los procesos fisiológicos que desencadena el estrés nos permiten darle una respuesta adecuada. Eso sí, dependiendo de la forma en que lo gestionemos. A menudo se habla de "estrés bueno" y "estrés malo", y entender la diferencia entre ellos puede ser clave para manejarlo de manera efectiva.

Qué es el estrés bueno o “eustrés”

El estrés bueno, también conocido como “eustrés” o "estrés positivo", es aquel que nos impulsa a tomar acción y enfrentar un desafío. Por ejemplo, ante un examen, o una presentación importante para el trabajo, el eustrés puede ayudarnos a concentrarnos y a trabajar duro para que todo salga bien. Este tipo de estrés motiva a las personas a trabajar, y nos anima a perseguir nuestros objetivos. Puede ayudarnos a sentirnos más confiados y capaces.

Algo importante es que el cuerpo activa los mismos mecanismos de respuesta que ante el estrés negativo, pero de una manera adecuada y proporcional a lo que la situación demanda. De esta manera, no nos sentimos abrumados. De ahí que se le considere como algo positivo.

Qué es el estrés malo o “distrés”

Por otro lado, el estrés malo, también conocido como “distrés” o "estrés negativo", es aquel que nos abruma y nos hace sentir ansiosos, agotados y desesperados. Este tipo de estrés puede ser el resultado de una sobrecarga de trabajo, problemas personales, falta de sueño y otras situaciones estresantes que nos desgastan física y emocionalmente. Si no se trata, el estrés negativo puede afectar nuestra salud, nuestra capacidad para tomar decisiones y nuestra calidad de vida en general.

El estrés negativo también puede ocurrir cuando el eustrés o estrés positivo empieza a ser más de lo que podemos gestionar, u ocurren otras situaciones que se van sumando a la inicial.

¿De qué depende experimentar uno u otro?

Que una persona experimente distrés o eustrés depende de dos factores: del estresor (es decir, de la situación “estresante” que se plantee), pero también de la percepción que tenga de sí misma y de su capacidad para darle respuesta.

Si una vez evaluado el factor estresante de manera realista, confiamos en que somos capaces de abordarlo y gestionar la situación de manera adecuada, con mayor probabilidad experimentaremos un estrés positivo. Si en cambio, partimos de un punto en que estamos ya con situaciones muy demandantes y algo desbordados, o bien no confiamos en nuestras capacidades, probablemente experimentaremos estrés negativo ante una nuevo estresor.

Cuando el estrés es demasiado: ¿qué ocurre en el cuerpo?

El estrés sostenido puede tener efectos negativos en el cuerpo y la salud en general. Cuando el cuerpo está sometido a estrés durante períodos prolongados de tiempo, se desencadenan una serie de respuestas fisiológicas que pueden afectar negativamente la salud física y mental.

Algunos de los efectos que el estrés sostenido puede tener en el cuerpo son los siguientes:

  • Problemas digestivos: el estrés puede afectar la forma en que el cuerpo digiere y absorbe los alimentos, y puede causar problemas digestivos como acidez estomacal, náuseas, diarrea y estreñimiento.
  • Problemas de sueño: el estrés puede afectar la capacidad del cuerpo para relajarse y conciliar el sueño. Las personas que están bajo estrés sostenido a menudo experimentan insomnio y problemas para dormir.
  • Problemas cardiovasculares: el estrés puede aumentar la presión arterial y la frecuencia cardíaca. Esto es un factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares, por lo que debe ser tenido muy en cuenta.
  • Problemas de la piel: el estrés sostenido puede afectar la piel, especialmente en aquellas personas que ya tienen alguna patología de base. Es frecuente que en momentos estresantes aparezcan brotes de dermatitis, eczemas o psoriasis.
  • Problemas inmunológicos: el estrés sostenido puede afectar el sistema inmunológico del cuerpo y hacer que sea más difícil combatir las infecciones.
  • Problemas psicológicos: el estrés sostenido puede afectar la salud mental y aumentar el riesgo de depresión, ansiedad y otros problemas relacionados con el estado de ánimo. Ya te contamos cómo  el estado de ánimo puede influir, y mucho, en nuestra salud.
  • Cambios en los patrones de alimentación: en relación con todo lo anterior, las personas pueden cambiar sus hábitos alimentarios a otros menos saludables, ya sea reduciendo o aumentando la ingesta o escogiendo alimentos menos saludables pero que aportan satisfacción inmediata.

Es importante aprender a reconocer los síntomas del estrés negativo, como dolores de cabeza, problemas para dormir, ansiedad, irritabilidad y cansancio constante, para ponerle solución lo antes posible. Si se experimentan estos síntomas con frecuencia, es posible que se requiera hacer cambios para reducir el estrés.

 

¿Cómo manejar el estrés?

El manejo y la gestión del estrés es algo vital, pues puede ayudarnos a vivir con mayor tranquilidad, mejorar nuestra calidad de vida y evitar problemas de salud futuros. Algunas formas de manejar el estrés incluyen:

  • Aprender a decir "no" cuando sea necesario: no te sientas obligado a aceptar cada compromiso que te ofrecen. Aprende a priorizar tus responsabilidades, ya que el día tiene 24h.
  • Reservar un tiempo para el descanso y el autocuidado: tómate el tiempo necesario para descansar y cuidarte, como si fuera una tarea más en tu día a día. Como ya te contamos, dormir no es negociable para nuestro cuerpo.
  • Practicar la meditación y la relajación: estas técnicas pueden ayudarte a reducir el estrés y la ansiedad. Dedica unos minutos cada día a meditar o a practicar la respiración profunda.
  • Hacer ejercicio: el ejercicio físico es una excelente manera de reducir el estrés y mejorar tu estado de ánimo. Trata de hacer al menos 30 minutos de actividad física moderada todos los días.
  • Conectar con la naturaleza: un paseo por el bosque o ver el mar puede ayudarte a calmar y reconectar contigo mismo.
  • Hablar con amigos y familiares: compartir tus preocupaciones con alguien de confianza puede ayudarte a aliviar el estrés. Además, puede ser útil obtener el consejo y la perspectiva de alguien que te conoce bien.
  • Pedir ayuda profesional, para gestionar la situación actual y aprender herramientas para mejorar la gestión del estrés en el futuro.

Si el estrés sostenido ha derivado en ansiedad, en nuestro blog encontrarás más contenido sobre el abordaje integrativo de la ansiedad.

 

Plantas adaptógenas para el estrés

Las plantas adaptógenas son una clase de plantas que se cree que ayudan al cuerpo a adaptarse y responder mejor al estrés y otros factores estresantes. Estas plantas han sido utilizadas durante siglos en la medicina tradicional de diversas culturas, especialmente en la medicina tradicional china y la medicina ayurvédica de la India.

Las plantas adaptógenas contienen compuestos naturales que se cree que ayudan al cuerpo a equilibrar sus sistemas y a mantener el equilibrio en momentos de estrés. Algunas plantas adaptógenas conocidas incluyen la ashwaganda, el ginseng o la maca, entre otras. Nos centraremos en la primera, por tener mayor evidencia en sus efectos sobre el estrés.

Ashwaganda y estrés

La ashwagandha (Withania somnífera) es una planta tradicional y muy utilizada en la medicina ayurvédica. Los componentes de esta planta pueden ayudar a proteger el cerebro y el sistema nervioso de los efectos del estrés crónico. En concreto, tiene la propiedad de:

  • Mejorar la resistencia del cuerpo al estrés.
  • Ayudar a mantener el equilibrio mental.
  • Contribuir a mantener la estabilidad emocional.

En Sura Vitasan, la ofrecemos en cápsulas de 500 mg de extracto estandarizado para contener un mínimo de 5% en withanólidos, la sustancia principal de la ashwagandha.

Es importante tener en cuenta que las plantas adaptógenas no son una solución mágica para el estrés y otros problemas de salud, y se debe consultar con un profesional sanitario, especialmente si se está tomando alguna medicación o tratamientos para un problema de salud específico.

 

Aprender a manejar y gestionar el estrés es vital en nuestra sociedad actual. Priorizar los retos a los que queremos enfrentamos, evaluar bien nuestra situación y capacidades, y confiar en nuestro potencial puede llevarnos a vivir con más bienestar, confianza y resiliencia. ¡Más estrés bueno, y menos estrés malo!